El feminismo en Argentina enfrenta nuevos desafíos de resistencia y en defensa de los derechos conquistados por el esfuerzo de generaciones enteras y el respaldo de una sociedad que, mayoritariamente, ha acompañado estas luchas.
El derecho al voto, el divorcio, la paridad en ámbitos de liderazgo, la legalización del aborto, el combate contra la violencia de género, mejoras en el ámbito laboral y el acceso a la salud reproductiva fueron pasos dados con sudor, inteligencia y convicción.
De eso se trata: de luchar por lo que nos corresponde.
También logramos instalar en la agenda pública conceptos como “techo de cristal” y “estereotipos de género”, que explican cómo y por qué aún enfrentamos un terreno desigual.
Negar la desigualdad de género solo oscurece el debate y distrae de la realidad. Quienes eligen hacerlo suelen recurrir a discursos vacíos o a obviedades, como señalar que “hombres y mujeres somos diferentes”. Por supuesto que lo somos. Pero el punto es otro: equilibrar 200 años de historia en los que, cultural y socialmente, se nos negó el acceso a espacios de decisión y liderazgo.
Hoy más que nunca necesitamos conciencia, trabajo y conocimiento. La equidad es el camino para alcanzar la igualdad.
Porque si miramos hacia atrás, la historia nos devuelve un espejo de desigualdades. Y si miramos hacia adelante, el desafío es claro: igualar las oportunidades, abrir puertas y garantizar el acceso real a los derechos que todavía nos deben.
